jueves, 13 de febrero de 2014

Tu Nombre

Piedra es tu nombre: 
pues al irte proclamando,
mi alma solidificaste.

Piedra eres tú:
intensa como el azul maya,
de cubiertas turquesas el velur.

Aerolito de Cronos:
diamante entre escondrijos,
¡de extasiados lamentos!

Oro incorruptible:
pedernal invisible,
gema impronunciable...

Tu nombre jamás olvido:
que en el firmamento inscribo,
¡y en el rincón más proscrito!

¡Tu nombre!*

"Los pies de la Xtabay", Aguilardo: 2011. Grafito sobre papel marquisa.

*Poema perteneciente al libro de poesía: "Poemas y Cantos Marinos De Mi Geografía Amatoria"

miércoles, 12 de febrero de 2014

Maleta Llena, Corazón Vacío

No lo puedo negar, habían sido doce hermosos días de merecidas vacaciones –todos tendemos a creer que las merecemos-, en un exclusivo Resort de esos que ahora te venden todo incluido y no tienes más que mover un dedo aquí y allá y cual emperador romano esgrimir el brazalete en la muñeca de tu mano izquierda –en mi caso-, el sello de la casa real a la cual perteneces y exigir que por la módica suma que has pagado, te sirvan hasta el lugar de tú ubicación ó habitación –en mi caso una Luxury Master Suite-, todo cuanto desees y mandes ordenar. Mi familia, se compone actualmente de mi joven y bella esposa, treinta y un años menor que yo y por lo que juntos sumamos un siglo de edad. Beneficios del éxito tardío. Hemos procreado un hijo –es mi cuarto y único varón, yo le digo machito aunque se enoje su progenitora-, no recuerdo cuantos años tiene. ¿Cinco ó serán seis? La verdad que hasta ni sé si ya empezó la primaria ó no, de esos detalles que se encargue la madre, a mí qué más me da. Teniendo ya tres hijas con mi primera esposa, todas mayores de edad y bien logradas en la vida. No me refiero al asunto exclusivo y misógino de que estén bien casadas, no, en lo absoluto, por favor les suplico que no piensen eso de mí. La regla de éxito a la que invoco más bien se refiere a que todas de carrera admirable y trabajo envidiable. Eso sí, nada de envidia de la buena, que la envidia es envidia y no hay de la buena ni de la mala, así como no hay crítica constructiva ó crítica destructiva. Todas las críticas son reconstructivas y si en verdad te precias de ser inteligente, tomarás las piedras que arrojan a los pies tus enemigos, lo atesorarás como invaluable material para construir tu propio reino. Por otro lado hay que admirar a quien en ésta época de tanto desempleo, posea tal lujo de tener uno y sobre todo conservarlo –ya sea éste obtenido por herencia ó influencia familiar que es cosa muy común hoy en día-, hoy celebro no pertenecer a ninguno de esos casos comunes y corrientes, además de ser exitoso como yo lo he sido hasta ahora, recién cumplidos mis primeros sesenta y nueve años. Volviendo al asunto de mis hijas, ellas heredaron el ¿cómo lo digo en una sola palabra? charming de su madre. Belleza y distinción. Todas sin excepción, me sacaron cada una, la garra de la fiereza y el corazón frío de la verdadera acción en el momento del combate por lo que más desean y no dudan en hacer despojos a quien se atreva a medir intelecto ó a minimizar sus esfuerzos por la ventaja de ser “bonitas”, es una distinción que torpe del hombre que la use como señuelo de atracción, simplemente no lo soportan y se lanzan a la encarnizada destrucción del caballero hasta reducirlo a huesos para las hienas, sus mejores dotes intelectuales salen a relucir para demostrar que la belleza es una desgracia en ellas más de una bendición ó regalo de los dioses como antes se creía tajantemente y sin dudarlo. ¡Mujeres con letras todas mayúsculas las hijas mías! En el fondo siempre he pensado que si antes de nacer se les hubiese mostrado la balanza de peso entre belleza e intelecto, a coro las tres, me parece escucharlo: ¡Más peso a la inteligencia! Casi podría decirse que odian ser bellas e inteligentes al mismo tiempo y en tal portento de medida. Aún siendo mis hijas no las entiendo, digo quién las entiende a ellas tan bonitas, ¡¿Qué he dicho?! ¡Tan inteligentes! Les confieso que jamás he visto tal combinación en ninguna mujer en mi vida, como las tres hijas mías, y por triple me ha salido el magnífico tino. También la modestia, esa es otra virtud mía de las que no pongo en discusión jamás, mucho menos ahora que, ¡Todo lo he logrado!

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! Sonaron los golpes viriles y perfectamente acompasados de la puerta de la Luxury Master Suite. Durante todo éste tiempo me había encontrado en el baño tomando un reparador hidromasaje y ya frente al espejo y con la bata bien ajustada y elegante como si fueran a embalsamar al último faraón sobre la tierra, me dediqué a rasurar mi dispareja barba y mis escasos bigotes de doce días sin afeitar. ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! Y mi mano trémula hizo una floritura desacompasada sobre mi cuadrada mandíbula izquierda de asesino, según dictan los cánones de los perfiles psicológicos de los grandes criminales y psicópatas que han existido. Afortunadamente yo soy de los que domaron a la bestia interior y aportaron a la humanidad, antes que saquearla y no todo lo contrario que la mayoría a la cual me precio de no pertenecer. ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! Ya voy. El ruido proveniente de la puerta no era por mucho sonora, sino más bien una ahogada, como si aquella persona que deba escucharla de manera obligatoria se encontrara a lado mío ó fuera el esclavo que abanica al Rey mientras hace cualquier superficial ademán de espera a la antesala al fastidioso solicitante de una importante pero impertinente audiencia real. En verdad, que no reparé en la sangre que bordeaba el filo de mi rostro hasta agolparse en el centro de mi barba que ya formaba una apreciable estalactita que como daga escurría y ensangrentaba tímidamente mi pecho y el borde de mi bata hasta entonces pura y sin mancha. Enmudecido por el enfado, ninguna palabra pudo ser pronunciada de mis cuerdas vocales. Con un giro de ciento ochenta grados hermoso y perfecto de ballet ejecutado de un bello sílfide cual soy yo, giré en dirección contraria e intenté abrir la puerta del closet del cuarto de baño en un solo giro de muñeca pero esto no fue posible, de hecho es imposible que las cosas salgan a la perfección cuando va muy adelantada a nuestras decisiones la ira, que aun cuando sea divina y provenga del mismísimo Cristo Salvador no es justificable en cualesquiera de sus formas, y al igual que él, reconocer sinceramente que fue un desgastante exceso espiritual el tratar de componer el mundo y sus inmundas cosas en un solo arrebato de ira. Por lo tanto, ¡Ira largo de mí! Me vi a mí mismo en la penosa necesidad de tener que soltar vehementemente el pomo de la puerta y dejar escapar un largo, sonoro y vibrante ¡Om! de mi aterciopelado y característico timbre de voz, resultado de mis añejas clases de yoga para recuperar al siempre ecuánime caballero que soy. La puerta se abrió sola como demostrando que el milagro del autocontrol existe, aunque no termine de reconocer jamás que Deepak Chopra es un iluminado y tiene en ésta ocasión toda la inmisericorde ventaja de la razón a su lado. Osho intercede por mí. Di un paso hacia fuera del cuarto de baño con un aura de paz y espiritualidad nunca antes vista en mí y justo después del segundo paso para terminar de salir del vaporoso espacio, caí al piso estrepitosamente sin la más mínima dignidad a mi persona, fue entonces sí cuando los dos mil demonios desechados por el Nazareno, aquellos cerdos que se desbarrancaron al precipicio y nadie sabe a donde fue a parar esa legión de malos espíritus al morirse tales animales, y los cuales percibí en toda su satánica grandeza poseer mi alma. Me reincorporé sin aire en los pulmones pero de forma ágil auxiliado por aquellos dos mil demonios, despeinado, desencajado, ojos desorbitados, dientes de sable y sudor frío en la frente producto del intenso dolor contenido y volví a enfilarme a la puerta de la suite. ¡No era posible que nadie atendiera la puerta y yo el gran Míster Éxito –como dicen los gringos y que solo aprendí de su global idioma algunas palabras de mi primera esposa-, tuviera que abrir la puerta en persona! Parecía la maratón de cuarenta kilómetros que Goliat recorría en enormes cuarenta pasos y que en su aparatoso andar formaba vórtices, tifones, huracanes, maremotos y tsunamis con sus descalzos y humedecidos pies. La esquina de la mesa de centro terminó de herir de muerte la canilla izquierda del gigante que ya dando tumbos cerca de la puerta terminó nuevamente en el piso golpeando con la coronilla de su cabeza la parte inferior del gran vano de acceso principal a la suite. Esta vez y nuevamente auxiliado por los dos mil demonios se reincorporó con dignidad casi divina, como en aquel episodio bíblico cuando el Maestro ordenó a Lázaro: ¡Míster Éxito levántate y anda! La puerta se abrió con ceremoniosa lentitud y una hermosa camarera sin inmutarse por todo lo extrañamente escuchado desde su posición de afuera minutos antes le acercó cuidadosamente la gran bandeja de comida que le acercaron hasta tocar ínfimamente su estómago pero en grado suficiente para haberlo sentido. Una gota de sangre coagulada cayó en la orilla de la charola. El exitoso hombre de negocios gritó, ¡¿Dónde está mi mujer y mi hijo?! La hermosa camarera sin inmutarse y contestar, hizo un marcial y firme ademán de abrirse paso hacia el interior de la suite y que conociendo seguramente hasta con los ojos cerrados el camino a través de toda la Luxury Master Suite con rumbo hacia el balcón con vista el mar, depositó elegantemente y de uno en uno sobre la mesa de la terraza el contenido de la charola e inclusive sirvió en un vaso de cristal jugo de arándano que tan especialmente había ordenado todos los días el señor. El exitoso hombre de negocios y sus dos mil demonios la escoltaban tras de sí con toda su furia, era para erizarle la piel a cualquier ser humano. No fue hasta que con la bandeja vacía bajo su brazo derecho se dedicó a esgrimirle a la bestia endemoniada una faena con su mano izquierda enguantada como capote para hacerlo sentar en una de las únicas dos sillas existentes, aquel energúmeno sintió la espada de la inteligencia penetrar su lomo hasta hacerlo sentarse como locomotora a la que justo en ése punto del trayecto se le ha acabado el combustible y ya no hay más marcha hacia adelante, haciéndolo casi inclinarse ante la mesa llena de las viandas favoritas y exquisitas en una combinación que sólo y nada más que él era posible haberlas ordenada con tal precisión. Cortesía de la casa. Además de hermosa tiene un agradable timbre de voz –pensó para sus adentros el exitoso hombre de negocios-, ¿Quién y como saben lo que me gusta desayunar? Preguntó sin tomar cubiertos y fabricarlos rústicamente de trozos de tostadas de tortillas de maíz frito. Y además jugo de arándano, exclamó con sorpresa mal fingida como que si fuera la primera vez que exigía con su desayuno se le sirviera. Su esposa, contestó apuntando hacia abajo con dirección a un punto lejano pero preciso de la playa donde se bañaban en la playa ella y su hijo, ambos levantaban su mano con ademanes de despedida, como si hubieran adivinado precisamente el momento justo en el que la hermosa camarera lo indicara, como si se hubieran puesto de acuerdo para que toda ésta pequeña despedida coincidiera.

Hasta el concierge mismo decía todas las noches, no se olviden del Señor Arándano que pide una jarra y solo se toma un vaso, que gente tan extraña inunda éste lugar les decía a sus acompañantes de turno. Yo la tomaría con vodka le contestó un empleado más que se encontraba al fondo. La hermosa camarera impávida ante el espectáculo de degustación, qué degustación de repugnante deglución, omelet de queso con champiñones salpicada de pequeñas gotas de sangre a las que el sibarita no prestaba la más mínima atención puesto que ambos elíxires se confundían uno con el otro mediante el escurrimiento del jugo de arándano tanto en su pecho y el borde de la bata como con las diminutas gotas lanzadas a diestra y siniestra sobre la íntima atmósfera del balcón de la suite con vista al mar numero dos mil setecientos ochenta y uno. Sentada ya como su acompañante, la hermosa camarera acostumbrada a huéspedes distinguidos como éste y que nada tienen de especial más que otros que haya atendido y conocido antes; bien sean los que se alojan en suite ó las habitaciones más sencillas de los primeros pisos, comprendió que le correspondía un doble papel similar al de Hércules que doma a la bestia y de Jesús contra los dos mil demonios. Todo se resumía a esperar pacientemente a alimentarlo hasta saciarlo y éste ya con el estómago pletórico notó por fin la notable presencia de la hermosa camarera. Tomó desesperado los cubiertos, los volvió a depositar y nerviosamente por fin se acordó que existía un tejido de material orgánico de color blanco y textura suave al tacto de forma cuadrada y doblada adecuadamente para que se limpiara las inmundas sobras y manchas de comida que cualquier caballero debe evitar a toda costa sea que se encuentre solo ó peor aún que se encuentre ante tan bella presencia. Exasperado pidió disculpas con expresiones corporales de inclinación del tronco hacia la dama que para él eran más que suficientes tratándose de hermosa pero simple camarera, al tiempo que notaba también por vez primera la sangre de un color más encendido al arrancar el coagulo que intentaba taponear la pequeña herida de la parta baja de su mandíbula izquierda. No se preocupe y ya no siga agitándose más usted mismo, que en poco tiempo ya no tendrá más sangre que circular en su propio torrente. Habla usted de una forma que yo no reconocería a una camarera sino fuera por su uniforme. Ya estoy más que satisfecho. No se ha terminado su jarra de jugo de arándano. Me basta con un solo vaso. Usted siempre exige una jarra. Bueno aquí el cliente soy yo. Cierto señor, usted es el cliente y yo solo vengo a cumplir órdenes supremas. ¿Por qué se animó a acompañarme? Su esposa así lo dispuso, como puede darse cuenta usted mismo en éste su último día no quiso desayunar y decidió bajar muy temprano a la playa junto con su hijo. Sí eso ya lo sé no me lo repita por favor. El punto aquí es el hecho de que yo nunca demostré aceptar su compañía por muy hermosa que usted me parezca y por mucho que sus argumentos sean tan sólidos para creerle que mi propia esposa, joven y hermosa ella tanto ó más que usted haya determinado semejante cosa para mí. ¿Le sirvo café? Y adelantando la cafetera a su taza ya dispuesta quien sabe en qué fracción de segundo, el completamente ignoto monólogo del exitoso hombre de negocios, fue llenándose de intenso y caliente líquido de aroma y color inconfundible de tan inigualable bebida. Disfrute por favor, le pidió la hermosa camarera. Regreso en un momento, al tiempo que se levantaba e intrépidamente ingresaba a la suite sin siquiera solicitar consentimiento alguno del distinguido inquilino. Alcanzó apenas a tomar tres grandes sorbos de la taza de café y en su mente habrán transcurrido no más allá de tres minutos. Escuchó un lejano murmullo en la planta baja, un cuerpo rodeado de gente. Mis lentes señorita. Ahora mismo se los llevo y la voz de la hermosa camarera efectivamente se percibía acercándose hacia el balcón. El exitoso hombre de negocios seguía esforzando la vista con dirección hacia el mismo punto para distinguir el trágico suceso. Debe de haber sido un jovencito drogadicto de esos que vienen en la primavera a éste paraíso terrenal, -springbreakers inquirió la hermosa camarera con frío tono de dictamen final e irrevocable-, sí de esos pubertos que no saben vivir la vida con moderación dijo al tiempo que volteaba hacia adentro del balcón. La hermosa camarera ya se encontraba justo en medio del vano de la puerta corrediza del balcón. Con la mano derecha sostenía una pequeña maleta abierta que contenía una muda de ropa nueva, un par de zapatos también de hechura nueva, un par de calcetines de algodón nuevos como él siempre elegía, un cinturón igualmente como acabados de hacer y un viejo libro de Saramago de un título largo de tapa amarilla y una cruz roja en el medio como único adorno del mismo y que nunca terminaba de leer porque le parecía un tanto extenso. En la mano izquierda y extendida hacia el exitoso hombre de negocios, sus lentes que había pedido. Sin comprender lo que sucedía tanto dentro como fuera del balcón y al mismo tiempo que tomaba sus lentes con toda prisa para colocárselos le recomendó a la hermosa camarera que leyera el libro que se encontraba dentro de su maletín que seguía abierto y a la vista de él mismo. ¿Seguro que ya lo terminó de leer? Sí, y dígame ¡¿Por qué lo duda?! Al mismo tiempo que volteaba la vista hacia el vacío del balcón en el punto de la tragedia antes dicha. Porque tiene puesto usted mismo un marcador en la página tres cientos veintitrés y con crayón rojo tienes enmarcado todo el texto de la página. Es que es tercera vez que lo intento leer y siempre ahí me quedo, me salto unas páginas y nunca lo termino de leerlo completo. La escena donde están sentados en una misma barca Jesús, Satanás y Dios es la única parte que me interesa, sobre todo lo que discuten entre ellos es genial. Todo esto se lo dijo sin voltearla a ver y aceptando con esto su media verdad, su media mentira. Entornó y fijó muy bien la mirada y el azotado en la planta baja no era un joven, era una persona mayor. La gente desde abajo parecía apuntar hacia él. El exitoso hombre de negocios sin dejar de apuntar hacia ellos, volteó a ver a la hermosa camarera. Ese hombre se parece a mí. Y sintiendo que el corazón se le detenía desacompasadamente le gritó, ¡Y ésa maleta es mía! Ella cerró la maleta con un único y enérgico movimiento que la selló por completo y sin contemplaciones de objetos sobrantes ó faltantes. Al exitoso hombre de negocios se le obscureció la vista para siempre, el cuerpo se le doblegó con rumbo hacia el vacío del balcón con vista al mar de la lujosa suite y que para todas las eras que han de venir por delante de éste momento, en su último latido del corazón y con la herida de su mandíbula izquierda ya sin sangre qué bombearle hacia el torrente, alcanzó a escuchar en su vuelo hacia el vacío lo que un segundo antes le había preguntado y que le sonó algo así como: ¡Y ése hombre eres tú!

FIN.*

AGUILARDO, 2012. *Cuento I de la serie: "Cuentos Para Antes de Partir".